Una familia con clase trata la historia de una familia inglesa cuya rutina diaria se rompe con la llegada de una joven americana que se ha casado con uno de los hijos del matrimonio. Aquí comienza el conflicto: una guerra incesante entre la familia del joven y la mujer que quiere alejarlo de la casa materna. A esto hay que sumarle lo extraños miembros que conviven en esa familia: una madre autoritaria y tradicional que no quiere que nada cambie dentro de su familia (Kristin Scott Thomas); un padre ex-combatiente en la Gran Guerra que echa de menos el pasado y no quiere dejarlo atrás y que será el único que comprenda a la americana (Colin Firth); un joven al que todavía le atrae su vecina pero esta casado con la joven americana (Ben Barnes); una hija modosa y tímida que esta enamorada de su vecino pero no da el paso pa conseguir su corazón (Kimberley Nixon); y una hija ligada a Dios y a la Iglesia (Katherine Parkinson). Una familia muy heterogénea que difícilmente se sostiene y cuya unión se rompe con la llegada de la joven americana: una mujer despreocupada, amante de los coches, muy atractiva y revolucionará a todo el pueblo (Jessica Biel).
Un reparto de lujo que encarna a esta familia de los años 20 en Gran Bretaña, que se muestra con unos escenarios preciosos, unas mansiones elegantes y un vestuario muy conseguido. Una comedia con unos personajes muy trabajaos e ingeniosos que dan lugar a una de las familias más variopintas que no se han visto desde Little Miss Sunshine. Kristin Scott Thomas destaca por encima de todos los demás. Una mujer amargada y ácida que esconde todos los problemas familiares que le rodean para aparentar el gran rango social ante sus vecinos. Una mujer que ha tenido que soportar la huida de su marido y la boda de uno de sus hijos con una americana a la que nunca llegará a soportar. La gran sorpresa es Jessica Biel, hasta ahora una actriz de nivel bajo, que domina el papel de forma espectacular, con una chulería y una brillantez que no la conseguiría cualquiera. Encaja perfectamente en el papel y es la primera vez que se le ve como actriz. Ben Barnes, a quien hemos visto en Las Crónicas de Narnia, consigue interpretar muy bien su personaje de hijo mimado que no tiene claro qué quiere hacer.
El guión esta plagado de diálogos ácidos protagonizados por las dos protagonistas del film, la americana y su suegra, que se harán la vida imposible entre ellas. Una lucha encarnizada entre dos mujeres en la que la americana se encontrará sola, sin el apoyo de su marido. El único que le ofrecerá ayuda es Colin Firth, un hombre que no aguanta su vida actual y verá en la americana una vía de escape. El personaje de Colin Firth es un personaje que no se explota al máximo y al que deberían haber dado un papel mayor. Una visión de una familia del siglo 20 parecida a la que Jane Austen dio con Orgullo y Prejuicio. Además se observa las grandes diferencias entre EEUU, encarnado por Jessica Biel, y Gran Bretaña, por Kristin scott Thomas. Una lucha de culturas, formas de pensar y puntos de vista de las cosas que se consigue con una gran brillantez.
Los momentos realmente graciosos no inundan la película pero en algunas ocasiones es inevitable soltar una buena carcajada, principalmente por las situaciones y problemas tan absurdos que se plantean, sobre todo con el perro muerto o las representaciones del Día de las Viudas de Guerra, en la que es imposible no reírse. Todo se saca de quicio. De todo se hace un gran problema.
La película en sí no es brillante, pero sí entretenida. Gastarse 6€ para verla no creo que merezca del todo la pena. Únicamente te aporta el entretenimiento básico que te puede proporcionar una comedia bien hecha que no cae en los tópicos de las comedias románticas hollywoodienses.
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